Es un tema presente en nuestra sociedad y de responsabilidad de todos. Es preciso que los padres y educadores sepan escuchar a sus hijos, disponer de tiempo para ellos, tiempo bueno en calidad, acogida y ternura.

1.- Mucho se escucha nuevamente hablar sobre el tema del consumo de drogas de manera dañina, habitual y sin control médico por parte de los adolescentes y jóvenes de nuestro país. La venta y el consumo de ellas se ha convertido en un lucrativo negocio, no sólo para los que la venden, sino para todos aquellos que, de una u otra forma, lucran con el tema de este flagelo que corroe las entrañas más profundas de nuestra sociedad.

2.- El tema, por si mismo muy complejo, es difícil abordarlo de manera integral en un corto artículo como el presente, pero lo que sí podemos afirmar con cierta certeza son algunas ideas educativas sobre lo que es el problema de la drogadicción en nuestros jóvenes y adultos jóvenes.

Lo primero es afirmar que el tema de la drogadicción es un tema de responsabilidad de todos. Nadie es menos responsable que otros en lo que sucede, tanto en la prevención del tema como en la solución del mismo. Cada uno de nosotros aporta o puede aportar su grano de arena en esta tragedia y su superación, que ya tiene características mundiales, pero que siempre nosotros, como chilenos, la vimos lejana y distante a que sucediera en nuestro país.

Nos acostumbramos a vivir aislados, flanqueados por la cordillera, el mar, el desierto y los hielos eternos, pero hoy, con los fenómenos de la globalización de las comunicaciones de todo tipo, nos llegan las buenas y las malas influencias de todo el mundo para nuestro convivir.

Hoy el tema de la drogadicción es un tema presente y vivo en nuestra sociedad. Si a esto le unimos los continuos llamados de atención que nos hacen autoridades y educadores, nos damos cuenta que este problema ya es parte nuestra y por lo mismo es responsabilidad de todos, lo cual no nos exime de señalar a algunos que son más responsables que otros, como sería el caso de los traficantes que con su comercio saben que hacen mal y dañan a la juventud.

3.- Lo segundo es darse cuenta que la lucha que debemos dar, ya instalado el fenómeno de la drogadicción en Chile, es una tarea que no se circunscribe a una lucha contra las drogas, pues ellas siempre han existido y muchas veces tienen un uso médico que es sano para curar enfermedades o dolores. La lucha, más bien, es contra la drogadicción, que es una conducta inadecuada que se caracteriza por un consumo insano de drogas y que en fondo se basa en la falta de apoyo que los hijos tienen de parte de sus padres y de sus educadores. Ellos son los primeros responsables de que se desarrolle esta conducta en sus hijos, su prevención y el apoyo a su curación.

4.- Es preciso que los padres y educadores sepan realmente escuchar a sus hijos, disponer de tiempo para ellos, tiempo bueno en calidad, en acogida y en ternura. No se trata de imponer normas rígidas de manera autoritaria, pues es el camino fácil para fijar límites, pero no para provocar conductas deseables en los jóvenes. Se trata, en otros términos de saber conversar con los hijos, con las nuevas generaciones que les toca vivir un mundo al cual los adultos no estuvimos expuestos con tanta fuerza como ellos.

Estar atentos a los síntomas típicos de la drogadicción. Saber descubrir en el hijo o la hija lo que en ella hay de valioso, para fortalecer su propia imagen, para reforzar su autoestima, para hacerlos sentir que son personas dignas de respeto y poseen una eminente dignidad, como universos personales únicos e irrepetibles.

5.- Sin duda que el amor de los padres y educadores no puede ser suplantado por programas escolares o institucionales en relación a la drogadicción, pero sin embargo, ellos pueden ser instrumentos valiosos para la formación de los niños y los jóvenes, que deben ser manejados adecuadamente en la comunidad educacional haciendo confluir a los directivos, educadores, padres y apoderados, orientadores y por supuesto, los mismos jóvenes involucrados.

No es posible pensar seria y responsablemente, en nuestro país, que algún colegio esté libre del flagelo de la drogadicción. Pensar lo contrario es vivir en una torre de marfil o en el mundo de la fantasía, dejando de lado una parte de la realidad que es tan fuerte y destructiva en este tema. Lamentablemente los esfuerzos en el sistema educacional han sido escasos en relación a la magnitud y diversidad de factores que tienen que ver con el problema.

6.- Es preciso, por lo mismo, prevenir antes que curar, ya que la cura en el caso de la drogadicción es lenta, difícil, de largo plazo, muy cara, con un pronóstico incierto en muchos casos. De ahí la necesidad de que formemos a nuestros jóvenes del mañana, partiendo con su formación desde la etapa de niños que son hoy. Nada es mas urgente que comenzar esta tarea desde los primeros años de la educación básica, para aminorar la influencia que en el futuro el mundo de la droga pueda tener sobre nuestros jóvenes. Es preciso atender al niño cuando es pequeño y no cuando ya se está cayendo o cayó al abismo. Esta es tarea de toda la comunidad educativa.

7.- Hoy existen muchas familias disfuncionales, en donde el joven se siente sólo y abandonado. La soledad, sin duda, es una condición propicia para que el joven recurra a otros pares con los cuales sentirse fortalecido en sus propias inquietudes. De ahí la tendencia a experimentar, a conocer mundos nuevos, a buscar sentidos mediante el trato fácil con la droga. Por eso nuestras casas, en la medida de lo posible, deben constituirse en lugares de acogida, de sana entretención, de conocimiento de los amigos de mis hijos, de sus costumbres, de interrelación generacional, que tanto nos hace falta.

8.- Sin duda, hoy vivimos una sociedad vacía de contenidos significativos para nuestros jóvenes, que buscan con verdadera desesperación respuestas existenciales a sus propias inquietudes, sin encontrarlas en el mundo de los adultos, que hemos ido construyendo un mundo vacío de sentido y chato, del cual los jóvenes quieren escapar al no encontrar en el mismo una realidad que los llene de energía, de sabor a vida, de plenitud existencial y espiritual. Llenos de un pragmatismo inicial, se agotan pronto de los simples hechos, pues los hechos no son sino eso: hechos, sin ideales, sin sentido de la historia, sin utopías realizables; en el fondo un mundo sin ilusiones del cual tan responsable somos los adultos de hoy.