Médico cirujano inglés, cuyo centro de atención fue la septisemia desde el comienzo de su actividad en el hospital.

La antisepsia añade un nuevo y fundamental capítulo y representa una contribución importantísima a la técnica operatoria.

Lister estudió en el Hospital Universitario de Londres. En 1853, se convirtió en cirujano interno de Syme y se casó con la hija de éste, y en 1854 comenzó a trabajar como cirujano ayudante de la Royal Infirmary. Lister es conocido por la introducción de la antisepsia.

Durante dos años estudia y experimenta con el ácido fénico y en 1867 publica en «The Lancet» su nueva técnica. En una reunión de la «British Medical Association» lee una comunicación sobre el «Principio de la Antisepsia» que desencadena una violenta oposición entre sus colegas más conservadores. Siempre negó que hubiera una gran diferencia entre la antisepsia y la asepsia y remarcó que lo importante era excluir los microbios del campo operatorio.Pronto quedó claro que esta práctica tenía un efecto drástico en la reducción de abscesos, sepsis, gangrena hospitalaria y mortalidad tras amputación.

En 1877 se le ofreció la cátedra de Clínica Quirúrgica en el King’s College Hospital de Londres. Actualmente, su método antiséptico se emplea en las salas operatorias de todo el mundo. Lister fue nombrado «barón» en 1883 y se cree que al final de su vida experimentó con la aplicación directa de moho de Penicillium en heridas.

ASEPSIA

Antes de continuar, es importante precisar los conceptos de antisepsia y asepsia: el primero alude a la destrucción de los gérmenes en las heridas por medio de agentes químicos. El segundo se refiere al método por medio del cual se dejan libres de gérmenes, antes de la intervención, todos los objetos que vayan a tocar la herida o la piel del enfermo.

Reseña Histórica

Los conceptos antiguos sobre la infección y los métodos rudimentarios utilizados para combatirla, parecen realmente extraños a la luz del conocimiento científico moderno; por ejemplo, en tiempos remotos se pensaba que los demonios y los espíritus malignos eran la causa de las pestes y la infección; estos conceptos, sin embargo, fueron creados por las mentes más capaces de aquellos tiempos.

Hoy se considera que el trabajo realizado sobre los conocimientos básicos acerca de las formas de eliminar la infección, controlar la hemorragia y lograr la anestesia, han hecho posible el progreso de la cirugía moderna.

En la era precristiana, Hipócrates (460-377 a.C.) presagió la asepsia cuando recomendó el uso del vino o del agua hervida para lavar heridas. Galeno (131- 200 a.C.), quien ejerció en Roma, hacía hervir los instrumentos que usaba para atender las heridas de los gladiadores. Sin embargo, habrían de pasar cientos de años antes de que los cirujanos comprendieran la razón del lavado.

A mediados del siglo XVI se produjeron tres acontecimientos decisivos para el progreso de la medicina: Girolamo Fracastoro, médico y poeta italiano (1478-1553), describió en el año de 1546 la importancia del contacto directo para la propagación de la infección; Ambrosio Paré (1509?-1590) demostró en forma concluyente la superioridad de la instilación de trementina en lugar de aceite hirviente en las heridas de guerra; y Andreas Vesalio (1514-1564) publicó en 1543 su libro De Humani Corporis Fabrica el cual se constituye en punto de referencia en la historia de la nomenclatura anatómica.

La teoría de Fracastoro sobre infección y enfermedades transmisibles comenzó a descifrar el enigma de la infección; aún faltaba un siglo para que el holandés Antony Van Leeuwenhoeck (1632 – 1723) inventara el microscopio y se empezara a hablar de animálculos (bacterias); fue así Leeuwenhoeck el precursor de descubrimientos importantes hacia el siglo XVII.

La técnica quirúrgica ha avanzado notoriamente desde el siglo XIX y causa asombro saber que el cirujano de esa época no tenía en cuenta, porque no se conocían, las mínimas normas de asepsia que practicamos hoy; hemos de reconocer al médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865) como el verdadero precursor de dichas normas al establecer en marzo de 1847 la etiología de la fiebre puerperal: había estudiado el informe de autopsia de su amigo Kollets Chka, muerto de septicemia tras sufrir un pinchazo en un dedo mientras practicaba una necropsia, y notado que era frecuente la fiebre puerperal en las mujeres cuyos partos habían sido atendidos por médicos y estudiantes procedentes de la sala de autopsias; para mejorar la situación inició en el hospital de Viena, a mediados de mayo de 1847 un programa estricto que comprendía el lavado cuidadoso de las manos con agua jabonosa caliente y un cepillo de uñas, seguido de otro en agua clorada; por este método Semmelweis redujo en el lapso de 1 año el índice de mortalidad por fiebre puerperal a una vigésima parte del nivel previo; su trabajo precedió en cuatro décadas al reconocimiento y aceptación de la patogenicidad de las bacterias y en 20 años a la primera publicación hecha por Lister (1867).

A pesar de su importante contribución Semmelweiss fue denigrado por sus colegas y murió olvidado en un manicomio de Viena.

Fue Louis Pasteur (1822-1895), químico y microbiólogo francés, quien estableció la validez de la teoría de las enfermedades producidas por gérmenes y encontró que podía detener la proliferación de los organismos por medio del calor. Con sus experimentos realizados en el aire puro de las alturas de los Alpes, desmintió la teoría de la generación espontánea de los organismos, al demostrar que estos procedían de otros similares de los cuales ordinariamente el aire está saturado. Sus descubrimientos estimularon su interés y motivaron sus estudios sobre la infección y la putrefacción.

El médico y bacteriólogo alemán Robert Koch (1843-1910) fue también fundador de la bacteriología y obtuvo en 1905 el premio Nobel de Fisiología y Medicina por haber aislado el bacilo de la tuberculosis; sus célebres postulados para aceptar la patogenicidad de un microorganismo aún tienen vigencia y su recomendación sobre el uso del bicloruro de mercurio como antiséptico, fue precursora del interés en la antisepsia.

Lograr un método antiséptico para las manos de los cirujanos también fue objeto de múltiples ensayos; inicialmente se llegó a la conclusión de que ni el vapor ni el agua hirviente podían ejercer una acción antiséptica en las manos y, así mismo, se demostraron los efectos limitados del fenol.

Entre 1885 y 1890 se hicieron ensayos para desinfectar las manos con paños impregnados de alcohol o mediante el uso de pomadas fenolizadas. Fue Johan Von Mickulicz (1850-1905) quien ideó y empleó guantes esterilizados al vapor, pero se humedecían y había que cambiarlos continuamente. En el año de 1890, en el Hospital John Hopkins de la ciudad de Baltimore, el cirujano William Stewart Halsted (1852-1922) resolvió el problema al confeccionar guantes de goma para su instrumentadora Caroline Hampton; dichos guantes se hicieron de uso obligatorio para todos los cirujanos a partir de 1894.

Es importante anotar el aporte de las enfermeras a los desarrollos en la asistencia médica. A mediados del siglo XIX, Florence Ningaleight (1820-1910) recomendó el uso de agua y aire puros, drenaje eficiente, limpieza y luz para lograr la salud. Su experiencia como enfermera durante la guerra de Crimea probó la eficacia de sus recomendaciones. En 1889 ya se abría un programa de estudios que incluía la especia-lización de la enfermera de quirófanos.

Como vemos, los progresos logrados en la técnica aséptica han sido lentos y, sin duda, entorpecidos por la tradición, pero con el advenimiento de la esterilización, las técnicas quirúrgicas novedosas y el establecimiento de normas para el comportamiento en los quirófanos se ha logrado un progreso continuo. Estos logros son hoy un componente importante de la llamada conciencia quirúrgica.