Poco se sabe de la vida del Faraón Tutankamóm, transcurrida en torno al año 1350 a.C. Tutankamóm se hizo más famoso por las circunstancias en que se vio envuelto, que por lo que pudo hacer en su corta vida y breve reinado.
No era más que un niño de diez años cuando fue convertido en esposo de Eneckhes-en-pa-Aton, hija menor del faraón Amenofis IV y de su esposa Nefertiti. Amenofis IV había combatido el politeísmo tradicional egipcio, imponiendo el culto a un Dios único, Atón, identificado con el Sol. De ahí que su joven yerno se llamara por entonces Tutankatón.
Era sólo un adolescente cuando debió asumir el trono, tras el cual estuvo siempre bajo la influencia o el consejo de los sacerdotes tebanos partidarios de la antigua religión, con dioses como Amón. El joven faraón comenzó su reinado en El Amarna, ciudad que luego abandonó para instalarse en Tebas, restableciendo su condición de capital del imperio. Por ello él mismo cambió su nombre por Tutankamóm, iniciando la reposición de los dioses tebanos y de los antiguos cultos politeístas. Tras un breve reinado, Tutankamóm murió cuando no tenía más de 18 años de edad, y con él se puso fin a la XVIII dinastía egipcia.
Curiosamente, la fama que no gozó en la antigüedad iba a dársela el siglo XX, cuando en 1922 en el Valle de los Reyes, los británicos Howard Carter y lord Carnarvon, fue descubierta la entrada de su tumba, que guardaba impresionantes tesoros. A parte de las riquezas, excitaba la imaginación, el misterio que siempre ha rodeado su tumba: la muerte inexplicable ha perseguido a todos cuantos han ingresado a ella. Se habla así de la «Maldición de Tutankamóm» que parece defender de la curiosidad pública los secretos de la milenaria cultura egipcia. Pero no oculta sus conocimientos científicos, como los demostrados en la perfección de su técnica de embalsamar.